Tres ermitaños, a los que casi no les gusta hablar, se encuentran sentados a la entrada de una cueva; en eso, pasa un caballo a toda prisa. Un año después, el primero de ellos dice:
"¡Ah, qué bonito caballo bayo!"
Pasa otro año más y el segundo de ellos comenta:
"No era bayo, era retinto".
Dos años después, el último de los ermitaños les advierte:
"¡Donde sigan discutiendo, y hablando tanto, me largo de aquí!"
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