Los niños se dan cuenta muy pronto de que no siempre los padres predicamos con el ejemplo. Y no creo que sea bueno, cuando ellos pueda recriminarnos alguna de nuestras faltas, que les mandemos callar y les digamos el famoso refrán: "cuando seas padre, comerás huevos". Aunque es verdad que los padres ocupamos un papel de director de orquesta en nuestra familia, debemos saber demostrar a nuestro hijo que también somos buenos instrumentistas....
y que también luchamos contra nuestros errores y debilidades, que son muchos.
y que también luchamos contra nuestros errores y debilidades, que son muchos.
Los niños interaccionan con el mundo y aprenden a dar sentido a la vida, a través de las respuestas a sus preguntas, tanto si nos las hacen a nosotros como si son ellos mismos los que se las responden. Los niños necesitan de nosotros cariño, comprensión, orientación, apoyo, escucha y... sobre todo,ejemplos a seguir.
Necesitan encontrar coherencia entre lo que les decimos y lo que hacemos. De esta manera podrán hacer propias y tomar como válidas las enseñanzas que les damos. Así, si les pedimos que sean ordenados, también debemos serlo nosotros, si les pedimos respeto, también nosotros debemos ser respetuosos. Los valores y las enseñanzas por sí solos quedan reducidos a nada, si no van acompañados de la vivencia y el ejemplo de sus padres.
La alegría, el sentido común, el cariño y el auto-control lo aprenderán directamente de nuestro comportamiento, las acciones hablan por sí solas y todas las palabras sobran ante ciertos comportamientos. Nuestros hijos nos quieren y nos admiran, somos el espejo en el que ellos se ven reflejados, así nuestra alegría será su alegría, nuestra estima, nuestras emociones y nuestros comportamientos, también los suyos... ¡Ojalá no tengamos que escuchar eso de los errores y vicios de los padres se repiten en los hijos y, por el contrario, podamos escuchar que nuestras bondades y buen hacer quedan reflejados en ellos!